A 59 años de la trágica muerte de Julio Sosa, la leyenda del “Varón del Tango” sigue viva
Julio Sosa, nacido en Las Piedras y consagrado en Argentina, dejó una huella imborrable en el mundo del tango antes de fallecer trágicamente en un accidente automovilístico el 26 de noviembre de 1964. A sus 38 años, cuando disfrutaba del pico de su carrera, su vida se apagó tras un siniestro vial que ocurrió mientras conducía a gran velocidad por las calles de Buenos Aires.
Un uruguayo que se convirtió en ícono argentino
Oriundo de Las Piedras, Uruguay, Sosa había llegado a Buenos Aires a los 23 años para perseguir su sueño artístico. Allí encontró un éxito arrollador que lo llevó a ser una de las figuras más influyentes del tango de la época. Con su potente voz y una imagen que encarnaba al “macho tanguero”, logró cautivar al público argentino, grabando más de 50 canciones entre 1949 y 1960 con prestigiosas orquestas como las de Enrique Francini y Armando Pontier, Francisco Rotundo y, nuevamente, Pontier. Entre sus interpretaciones más emblemáticas se destacan «Cambalache», «Al mundo le falta un tornillo» y «Araca París».
En los años 60, Sosa decidió lanzarse como solista y formó su propia orquesta junto al talentoso bandoneonista Leopoldo Federico. Esta etapa consolidó su figura como referente del tango y lo llevó a explorar nuevos escenarios, incluyendo el cine, con su participación en «Buenas noches, Buenos Aires», estrenada en 1964.
Una muerte trágica que alimentó su leyenda
A Julio Sosa lo apasionaban dos cosas: el tango y la velocidad. En la madrugada de aquel 26 de noviembre, el cantante conducía su DKW Fissore rojo por las calles de Palermo. Según se cuenta, había salido molesto de una reunión social y, en un exceso de velocidad, perdió el control del vehículo. El auto chocó contra un semáforo en la intersección de Figueroa Alcorta y Mariscal Castilla, y finalmente se detuvo tras impactar contra el edificio del Arzobispado Ortodoxo.
Sosa fue trasladado al Hospital Fernández y luego al Sanatorio Anchorena con lesiones severas, incluyendo un pulmón perforado y costillas fracturadas. A pesar de los esfuerzos médicos, falleció esa misma noche.
Un adiós multitudinario
El velorio de Sosa, inicialmente en el Salón La Argentina, fue trasladado al Luna Park debido a la multitud de admiradores que acudieron a despedirlo. En una muestra de fervor popular, miles de personas escoltaron el cortejo fúnebre por la avenida Corrientes, y en un acto espontáneo, llevaron el ataúd en andas hasta el estadio.
A 59 años de su partida, Julio Sosa sigue siendo una figura icónica del tango, cuyo legado trasciende generaciones, consolidándolo como uno de los grandes exponentes de este género musical. Su historia, marcada por la pasión, el talento y un destino trágico, lo inmortalizó como el inolvidable “Varón del Tango”.